Pedro Pedrero Martínez: concejal, revolucionario y olvidado

Pedro Pedrero, originario del pequeño pueblo de Losacio de Alba, no demasiado lejano de Zamora capital, recaló en Gallarta de muy niño junto a sus padres y hermanos, alguno de los cuales ya nació en el municipio minero, buscando tener un futuro basado en su empeño y trabajo, una vida mejor que se le negaba en su localidad natal.
Así, desde muy joven supo del trabajo duro en la mina, de arrastrar vagonetas cargadas de mineral, de arrear mulos en galerías apenas iluminadas, de lavar mineral para desechar las piedras que no tenían valor para el patrón. Supo de sudor, sufrimiento y penurias, pero logró al menos un estatus de obrero respetado por sus compañeros, a la vez que afiliado al Partido Socialista y el Sindicato de Mineros. Era un esforzado trabajador y un buen compañero. Por eso al llegar las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931, le inscribieron en la lista de candidatos en el municipio de Abanto-Ciérvana.
Y salió elegido. En el distrito de La Barga es el tercer concejal socialista junto a Antonio Pujana Meave (futuro alcalde) y Constantino Turiel, con 190 votos; justo detrás de los republicanos Eugenio González y Vicente Conde. Y durante los años del régimen republicano compaginó su vida laboral con su actividad política.
Llegado el Movimiento huelguístico revolucionario de Octubre de 1934, Pedro fue uno de los organizadores de la protesta a nivel municipal, encargándose de mantener el orden por las calles, que no hubiera tumultos ni violencias mientras se esperaba para comprar el pan o alimentos necesarios para el día a día.
Desde el 5 de Octubre, y por espacio de una semana, los huelguistas controlaron la vida en el municipio minero. Los hechos más graves de los que se les acusa es la voladura de los puentes llamados de Triano, Santa Juliana y el de la Franco-Belga. También se saboteó postes del tendido telegráfico y eléctrico y se levantó una precaria barricada junto a la estación de Putxeta para evitar el paso del tren de cercanías; se requisó harina para preparar el pan y algunos otros alimentos por la fuerza. Incluso alguien robó unas gallinas, según acusó el fiscal posteriormente a los inculpados.
Para el 12, el gobierno ya había controlado el núcleo de Gallarta y la red de comunicaciones que lo atraviesan. Pedrero, y los demás dirigentes del movimiento, huyen hacia el monte escondiéndose en alguna de las minas y cobertizos que se usaban habitualmente en el trabajo de extracción. Temían, con sobrado motivo, represalias.
El capitán del ejército Alfredo Ferri Calpe, delegado del gobernador en la zona, les hace llegar el aviso de que si se entregan serán respetados. Se había detenido a los familiares de algunos de ellos para motivarles en la decisión de cejar en todo empeño de resistencia.
Se acaban entregando y, en contra de lo prometido, son maltratados nada más detenerlos en el salón de plenos del ayuntamiento precisamente.
Pedro es detenido el 18 de octubre y trasladado, golpes varios después, a la cárcel de Larrinaga. Allí permanecerá hasta el 11 de Febrero de 1935 y tendrá que hacer frente al juicio que se prepara contra los participantes de la huelga, Causa 316 de 1934.
El fiscal José M Dávila les acusa inicialmente de Delito de Rebelión Militar y otro de Auxilio a la Rebelión, según marca el Código Militar y pide sentencias muy duras de prisión de 20 años y cadena perpetua. Todo se detalla en el Auto de procesamiento (8.12.1934).
Alfredo Ferriz Calpe, capitán del ejército, delegado gubernativo tras los sucesos en la zona, declara que Pedro Pedrero era uno de los jefes de grupo y vigilaba las colas del pan para que no hubiera incidentes. También dice que portaba una pistola, aunque al parecer no la sacó de la funda en ningún momento.
Posteriormente, tanto Pedrero como Antonio Pujana y varios más, acaban siendo exonerados por el fiscal, que retira los cargos. Tras su puesta en libertad, la salud de Pedro Pedrero está un tanto resentida fruto de las vejaciones físicas, la mala alimentación y falta de atención médica dentro de la prisión.
Reinicia su vida cotidiana de la que apenas quedan restos verificables durante los pocos meses que le restan.
Pedrero muere en el Hospital de Basurto (4.8.19357) y es enterrado al día siguiente en el cementerio de Gallarta. Constantino Turiel, compañero en tareas en el ayuntamiento escribe en su libro de Memorias que dos camiones de la Guardia de Asalto le acompañan en el viaje desde Bilbao a Gallarta y no se permite acción política alguna en su recuerdo.
Las causas de su muerte no están claras. Parece sufrir un accidente (Según Turiel, en la mina) pero el parte de defunción señala como causa del fallecimiento fractura de pelvis (?), algo bastante dudoso.
Sobre este suceso no hay mención alguna en periódicos de la época, ni queda rastro en la Fundación Pablo Iglesias, ni en la Largo Caballero. Su mujer, Irene Alberdi, sale en mayo de 1937 con sus hijos menores en el vapor Habana con destino a Inglaterra, con la caída de Bilbao próxima a producirse, quedando Pedro y su historia personal en algún archivo, olvidado en no se sabe qué dependencia.
Eduardo Renobales
Historiador